Tras ocho décadas de colaboración estratégica, Washington comienza a distanciarse de Europa, acusándola de beneficiarse de su liderazgo, especialmente después de la Guerra Fría, cosechando lo que algunos llaman dividendos de la paz. La nueva administración estadounidense subraya que Europa debe prepararse para defenderse de manera autónoma, dado que busca reorientar su atención estratégica hacia China.
Actualmente, el alejamiento defensivo e incluso el posible abandono de Europa por parte de Estados Unidos debe considerarse como una realidad tangible. Por otro lado, durante la última década, el poder militar convencional de Rusia ha ido creciendo de forma constante. Asimismo, el general Christopher Cavoli, máximo responsable de las fuerzas de la OTAN en Europa, alertó el pasado octubre que, independientemente del resultado de la guerra en Ucrania, el ejército ruso saldrá fortalecido. Esto se debe a tres razones: en primer lugar, el aumento de efectivos, que han pasado de 667.000 en 2012 a 1,32 millones en 2024, alcanzando los 1,5 millones en 2025 (más 1,9 millones en reserva).
La segunda razón es que después de tres años de conflicto, Rusia cuenta con una fuerza que ha demostrado su eficacia en combate, con capacidades balanceadas y una base industrial de defensa en pleno funcionamiento. La tercera es que su economía, a pesar de la guerra y las sanciones, se mantiene resistente. El único inconveniente es que está consumiendo gran parte de su equipamiento militar, lo que requerirá tiempo para reponer su maquinaria bélica. Por tanto, estos años serán decisivos si Europa opta por rearmarse. Vale la pena recordar que el decidido respaldo europeo a Ucrania nos sitúa en una posición claramente opuesta a la de Rusia.
Así, la distancia creciente de Washington y la rivalidad con Moscú han hecho sonar las alarmas en Bruselas, revelando que la estructura de seguridad y defensa, considerada sólida, ya no está garantizada. Paradójicamente, lo que inicialmente podríamos ver como un gran desafío podría convertirse en una oportunidad sin precedentes. Los líderes europeos han abogado siempre por una autonomía estratégica de la UE, lo que, en la práctica, significaría desvincularse de Estados Unidos y asumir su defensa de manera plena y consciente, aunque eso implique un sacrificio económico considerable.
Construyendo la Unión Europea de Defensa
Por lo tanto, en este contexto geopolítico y ante la amenaza rusa en la frontera Este, nuestros líderes consideran que ha llegado el momento de, al menos, progresar hacia la deseada autonomía estratégica. También han notado que el tiempo se agota para poner en orden nuestras capacidades militares. Se estima un período de 5 años para alcanzar una capacidad inicial en 2030, lo que genera una sensación de urgencia. Como primer paso, se trata de reforzar el bloque defensivo europeo dentro de la Alianza Atlántica, ya que requeriremos varios años más antes de poder contemplar la creación de un verdadero ejército europeo.
Este primer paso implica pasar de la actual Cooperación Estructurada Permanente (CEP o PESCO) en defensa desde 2017, que ha propiciado mayor coordinación militar y ciertos equipamientos comunes, hacia la consecución de una única voz en política exterior y el establecimiento de una Unión Europea de Defensa. La buena noticia es que la UE posee la base necesaria para edificarla, dada su población suficiente y su elevada capacidad económica en comparación con posibles adversarios (ver tabla 1). Sin embargo, aún carece de dos requisitos esenciales para alcanzar la autonomía estratégica: una fuerza militar creíble y una postura unificada en política exterior que, en conflictos, permitiría una dirección coordinada de la guerra.
Sin estos dos elementos, será imposible construir una autonomía estratégica plena, aunque sí se logrará un mayor compromiso dentro de una Unión Europea de Defensa, que es el objetivo por ahora. Por ello, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha presentado un ambicioso plan de rearme europeo, ReArm Europe/Readiness 2030, que busca ser el primer paso en este camino. Hace hincapié en uno de los tres pilares que sustentan el poder militar: la financiación. Todavía se debe avanzar en los otros dos: una capacidad industrial suficiente para mantener el ritmo de producción necesario —tanto en cantidad como en calidad— en caso de un hipotético esfuerzo bélico, y una fuerza militar confiable.
En cuanto al primer pilar, el plan ReArmar Europa/Preparación 2030 pretende movilizar un total de 800.000 millones de euros gracias al compromiso de los estados miembros, que contribuirían con 650.000 millones (exentos del Pacto de Estabilidad y Crecimiento) para incrementar su presupuesto de defensa en un 1,5 por ciento más en 4 años, además de otros 150.000 millones destinados a préstamos a través del instrumento SAFE (Acción para la Seguridad Europea), priorizando así el impulso de la base industrial de defensa europea. El comisario de Defensa, Andrius Kubilius, ha estimado un déficit de 500.000 millones en inversión militar en Europa, por lo que este plan de choque sería suficiente para cubrir las necesidades de financiamiento previstas.
El segundo pilar se enfocará en potenciar la Base Industrial y Tecnológica de la Defensa Europea (BITDE) rápidamente, evitando la fragmentación, duplicidades, falta de coordinación, excesiva dependencia de productos externos y buscando la normalización e interoperabilidad de los equipos, incentivando, al mismo tiempo, una economía de escala. Es un reto significativo para la industria de defensa nacional y europea, no sólo por la financiación, sino, primordialmente, por el liderazgo y la agilidad que esto conlleva. El Libro Blanco sobre la Defensa Europea/Preparación 2030, presentado por la Comisión y la Alta Representante, Kaja Kallas, enfatiza la importancia de potenciar la BITDE, identificando lagunas críticas en capacidades militares y necesidades de inversión.
Aumento masivo e inmediato de las compras
En este sentido, el instrumento SAFE permitirá a los estados miembros incrementar de manera inmediata y a gran escala las adquisiciones centradas en capacidades prioritarias. Previamente, en 2024, la Comisión aprobó la primera estrategia industrial de defensa EDIS (European Defence Industrial Strategy) destinada a consolidar y fortalecer la BITDE. Esta estrategia será desarrollada por un programa específico, el EDIP (European Defence Industrial Programme), que se encuentra actualmente en fase de propuesta y garantizará la preparación industrial de defensa de la UE para el futuro, con un presupuesto estimado de 1.500 millones de euros del presupuesto de la Unión para el periodo 2025-27.
Ambos pilares cuentan con una hoja de ruta, la Preparación 2030, que es el plazo que se ha fijado la Comisión para impulsar ambas iniciativas, tanto la financiera como la industrial. El tercer pilar tendría que ser que la UE disponga de una fuerza militar confiable, capaz de disuadir a Rusia —o a otros posibles contendientes— en caso de una futura agresión. Y es fundamental que esta fuerza sea creíble a ojos de Moscú (o de cualquier otro rival) para que la disuasión funcione, aunque el objetivo real de Europa sea simplemente desalentar a Rusia, sin provocar una guerra devastadora. La credibilidad en el ámbito convencional está respaldada por un número suficiente de fuerzas, que sean interoperables y posean capacidades militares adecuadas.
Sin embargo, la piedra angular de la disuasión radica en la voluntad y la decisión política sobre el uso del poder militar, que es, precisamente, el talón de Aquiles de la defensa europea. Las propuestas de la Comisión son claras en este aspecto, al señalar que no se busca crear un ejército de la UE. A sensu contrario, el objetivo es fortalecer las Fuerzas Armadas nacionales, mejorando su interoperabilidad según los estándares de la OTAN. No debemos olvidar que los ejércitos son herramientas a disposición de los estados y están dirigidos hacia sus prioridades estratégicas, por lo que establecer un ejército de la UE implicaría una considerable cesión de soberanía, tanto del poder militar como de la dirección estratégica en caso de conflicto, lo que constituye una línea roja para muchos socios de la Unión.
Por esta razón, por el momento, el objetivo es fortalecer las capacidades de los ejércitos nacionales y aumentar los mecanismos de cooperación y coordinación, todo ello en el ámbito de la OTAN, con el fin de potenciar la contribución defensiva europea. Finalmente, en relación a la disuasión nuclear, una cuestión central para la posible autonomía estratégica, los líderes europeos han propuesto abrir un debate para abordar este asunto en caso de que se produjera un supuesto abandono estadounidense. Hasta ahora, el presidente francés, Emmanuel Macron, ha manifestado su disposición a ofrecer a la UE una cobertura nuclear bajo el paraguas francés, pero ¿será eso suficiente para contrarrestar el poder nuclear ruso? De momento, la decisión es seguir contando con Estados Unidos y la OTAN para el futuro inmediato.
La industria española y el rearme
Por su parte, el Gobierno español ha manifestado su disposición a cumplir con sus compromisos internacionales en materia de defensa, tanto con la UE como con la OTAN. Está previsto que del 24 al 25 de junio próximo se celebre la cumbre de la Alianza en La Haya, donde se definirá un nuevo compromiso de gasto, que según las declaraciones de los líderes, se situará entre el 3 y el 5 por ciento, siendo lo más probable que se posicione alrededor del 3,5. Posteriormente, la UE celebrará un Consejo Europeo, en el que adoptará formalmente la postura europea, que seguramente estará alineada con la de la Alianza.
No es casualidad que el plan ReArmar Europa prevea un aumento del gasto del 1,5 por ciento respecto a una media del 1,9 de los estados miembros de la UE, lo que se aproxima al hipotético compromiso con la OTAN. En consecuencia, de aprobarse los planes de la Comisión, se podría afirmar que el proyecto de gasto proyectado hasta 2030 representará una inyección económica significativa de 800.000 millones de euros, que implicaría para España más del doble del actual presupuesto de Defensa. Una gran parte de este incremento se destinará al segundo pilar mencionado, es decir, a fortalecer la BITDE, lo que representa una importante inyección económica en la industria de Defensa.
Además, bajo el auspicio de la UE y de acuerdo con la estrategia industrial EDIS, se contempla que antes de 2030 al menos el 35 por ciento del valor de las adquisiciones sea intracomunitario; que los Estados miembros realicen al menos el 40 por ciento de las compras de defensa de forma colaborativa (en 2022, este porcentaje fue del 18); y que se destine al menos la mitad del presupuesto de compras de defensa a adquisiciones de la BITDE (con un objetivo del 60 por ciento para 2035). En este sentido, España, que se encuentra en el cuarto lugar en la industria de defensa europea y en el octavo a nivel mundial, tiene una excelente oportunidad para lograr dos objetivos, si aprovecha bien la situación.
El primero es fortalecer un sector clave de nuestra economía, impulsando la innovación y generando empleo de alta cualificación. En 2023, la industria de defensa aportó más de 19.500 millones al PIB (Producto Interior Bruto) nacional y generó más de 213.000 empleos directos e indirectos4. El segundo es expandir su negocio al resto de la Unión, en un mercado donde los países miembros poseen ventajas y donde se destinarán 800.000 millones en los próximos años, especialmente en áreas de inversión prioritaria, identificadas a través de las 7 capacidades más urgentes: defensa antiaérea y antimisiles; artillería; misiles y municiones; UAV y sistemas anti UAV; facilitadores estratégicos y protección de infraestructuras críticas, incluso en relación con el espacio; movilidad militar; ciberdefensa, inteligencia artificial y guerra electrónica.
Conclusión
En 1991, el entonces ministro de Asuntos Exteriores belga, Mark Eyskens, definió a la UE como un gigante económico, un enano político y un gusano militar. Sin embargo, los tiempos han cambiado y los líderes europeos, ante la situación geopolítica, han reconocido una grave vulnerabilidad en nuestra seguridad. Por ello, haciendo de la necesidad virtud, han encontrado el momento estratégico para que el gusano militar evolucione hacia una fuerza disuasoria capaz y creíble. Este es solo el comienzo, pero es un paso audaz y decidido que podría conducir a la autonomía estratégica de la Unión. Aún quedan por resolver tres temas importantes en su momento: la posible cesión de soberanía, la estructuración de una fuerza europea y la cuestión nuclear.
A pesar de que en este momento no hay una voluntad política para abordar ninguno de estos temas, posiblemente la clave esté, como dijo el futuro canciller alemán, Friedrich Merz, en dejar atrás los enfoques nacionales en política exterior, seguridad y defensa para pensar en conjunto. Paradójicamente, el distanciamiento de Washington y la consecuente desintegración del vínculo transatlántico —que ha impedido la autonomía estratégica europea— podría fomentar la necesidad de un verdadero ejército europeo. En palabras del comisario Kubilius: 450 millones de ciudadanos de la UE no deberían depender de 340 millones de estadounidenses para defenderse de 140 millones de rusos que no pueden vencer a 38 millones de ucranianos. Podemos hacerlo mejor. Es hora de asumir la responsabilidad de defender Europa. (F. Fuster)
En la que participan 26 estados miembros dispuestos a asumir un mayor compromiso en materia de seguridad y defensa
Estados Unidos almacena armas nucleares en Alemania, Italia, Bélgica, Países Bajos y Turquía
Entre junio de 2022 y junio de 2023 el 78 por ciento de las adquisiciones fueron extracomunitarias, con un 63 destinado a Estados Unidos (datos del Informe Draghi).
Datos proporcionados por la secretaria de Estado de Defensa, Amparo Valcarce, durante su comparecencia en la Comisión de Defensa del Congreso el 20 de febrero de 2025.
Prioridades señaladas como áreas de capacidad críticas en el Libro Blanco para la Defensa.
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