El Ejército de Chile ha sustituido el fusil por el corvo en la ceremonia tradicional de entrega de armas a los soldados conscriptos que llevan a cabo su Servicio Militar en diversas unidades del país. Este cambio busca afianzar este símbolo como emblema de la incorporación definitiva de los jóvenes a la vida militar.
Según la institución, la entrega del corvo durante el Día del Soldado Conscripto simboliza el compromiso de estos hombres y mujeres con el Ejército de Chile y la nación. Manejar esta arma blanca conlleva una responsabilidad que va más allá del combate: requiere templanza, valores sólidos y la disposición para actuar con determinación ante cualquier situación.
La decisión de reemplazar el fusil por el corvo en esta actividad tiene raíces históricas. Esta herramienta utilizada por pirquineros fue empleada en la Guerra contra la Confederación Perú-Boliviana y tuvo un papel destacado en la Guerra del Pacífico, en combates como Tarapacá, Arica y Chorrillos. Su forma curvada y eficacia en el combate cuerpo a cuerpo la han consolidado como un arma distintiva y funcional para el soldado chileno.
En 1963, fue oficialmente incorporado al Arma de Infantería, y en 1974 se estableció la técnica formal de esgrima de corvo, permitiendo estandarizar su uso táctico y aumentar su efectividad. Actualmente, las Fábricas y Maestranzas del Ejército (Famae) producen modelos como el Corvo Atacameño y el Corvo Comando, que conservan su funcionalidad y valor simbólico.
Durante la etapa de Formación de Combate (Foco), los jóvenes aprenden una secuencia técnica exigente: golpes altos, medios y bajos; ataques ascendentes; cortes con la punta, de revés y bloqueos dirigidos a zonas vitales. Estos movimientos requieren precisión y control absoluto: no hay lugar para la improvisación. Así se preparan para el combate y forjan su carácter con el corvo.